viernes, 15 de enero de 2010

Con el terremoto todavía en la mente

CAUSA. VIVIR UN TERREMOTO AUMENTA LA ADRENALINA Y NORADRENALINA, QUE MANTIENEN AL CUERPO ALERTA


Santo Domingo.- El terremoto de 7.0 grados que tuvo lugar el martes en la hermana nación de Haití mostró el rostro más duro de la naturaleza. Muchos haitianos perdieron la vida, pero cientos de miles quedaron sin hogar, sin familia, sin un trozo de pan que llevarse a la boca y clamando por ayuda. La intranquilidad invadió al vecino país y a la comunidad internacional que, preocupada, ha acudido en ayuda de la que se considera la nación más pobre del hemisferio occidental. Más allá de las cuantiosas pérdidas humanas y materiales, el pueblo haitiano, luego de esta experiencia, no volverá a ser el mismo, debido a las secuelas emocionales y psicológicas que quedarán. El psiquiatra Secundino Palacios explica que tanto en Haití como en nuestro país (donde el terremeto también se sintió) persiste un trastorno por ansiedad generalizado.
“Todos estamos ahora mismo lastimados. Todos estamos ansiosos, todos estamos angustiados”, dice Palacios. Afirma que la ocurrencia de fenómenos naturales como los sismos, aumentan la adrenalina y noradrenalina, sustancias que mantienen al organismo en estado de alerta y, como disminuye la serotonina, embarga una sensación de tristeza, angustia e impotencia.
Manifestaciones como insomnio, palpitaciones, manos frías y sudorosas y sensación de opresión precordial (en la parte anterior del corazón, en el tórax) no se hacen esperar como manifestaciones de la ansiedad. Además “todos estos días vamos a estar en un estado alto de vigilia pensando si vendrá el tsunami, si vendrán más réplicas, todo esto crea un estado de ansiedad generalizado que lleva a disturbios del sueño”, dice Palacios.  La situación de Haití en estos momentos es dramática debido al caos que pueden generar la incomunicación y la falta de autoridades.
El psiquiatra afirma que si no hay una respuesta rápida y certera de la comunidad internacional hacia esta nación el pueblo podría ser victima de mayores niveles de violencia y criminalidad, así como de patologías psicológicas terribles como son fuertes depresiones y suicidios.
Solidaridad es clave en la recuperación
Mientras la situación de Haití sigue dando sus primeros pasos a la luz pública internacional y mientras las imágenes en la prensa, la televisión y la Internet siguen acaparando la opinión de todos los seres del planeta, República Dominicana ve y sufre la situación de su vecino de un modo distinto del resto del mundo y tiene, ante el lamentable suceso, un rol muy particular.
El psiquiatra Secundino Palacios explica que al tratarse de dos países que comparten una isla los dominicanos no pueden evitar sentir que el terremoto también es su problema. Afirma que todos interactuamos con cerca de dos millones de haitianos a diario, mantenemos relaciones diplomáticas y comerciales con ese país empobrecido, por lo que sus tragedias nos tocan muy de cerca, pero tampoco olvidamos las tragedias propias.
“Está el caso de la migración de Haití hacia acá, que todos vivimos a diario y en este momento nos surge la angustia de que ese flujo será mucho mayor y nos preocupa porque nos damos cuenta de que nosotros mismo tenemos grandes problemas de educación, de desnutrición, de empleos, de salud, de enfermedades infecciosas como tuberculosis, dengue, malaria, leptospirosis, todo esto está en nuestra cabeza, lo queramos o no, y nos genera un nivel de angustia mayor”, dice Palacios.
Dominicana
Los dominicanos están conscientes de la necesidad del hermano país. Haití necesita solidaridad y todos queremos darle un poco de nuestro pan, pero también hay muchos dominicanos sin pan o abrigo propios, situación que a nivel psicológico genera un gran estado de impotencia y angustia vital, “porque queremos hacer, queremos dar, pero muchos no tienen cómo, ni pueden”.
Por eso el psiquiatra entiende que República Dominicana eleve su clamor para que el mundo extienda sus manos solidarias a Haití para ayudar no sólo con la destrucción que ha causado el sismo, sino también para restaurar problemas estructurales de esa nación como la carencia de institucionalidad, la escasa infraestructura, los problemas de vivienda, agua potable, de alimentos, salud pública y educación básica.
Palacios asegura que en la cabeza de todos los dominicanos están hoy los mejores deseos para la nación hermana. “Tenemos una angustia particular en nosotros que se expresa en este momento, porque somos un pueblo solidario y hemos convivido mucho con el pueblo haitiano y lo seguiremos haciendo, pero hay situaciones en Haití ahora que nos generan más angustia y un estado de pánico permanente junto a cientos de interrogantes relacionadas a nuestra propia realidad”.
Hacia dónde vamos
Justo antes de ocurrir el sismo del pasado martes, con epicentro en Puerto Príncipe, Haití, el país se encontraba sumido en un verdadero mar de escándalos relativos al narcotráfico, la violencia, la criminalidad y la corrupción. El terremoto y la devastación de Haití abre una nueva interrogante ¿hacia dónde vamos? Como no podemos contestarla, el pesimismo aflora porque entendemos que no podemos cambiar nuestra realidad.
Palacios exhorta a evitar este pesimismo puesto que no ayuda ni conduce a una solución. Recomienda en cambio un esfuerzo colectivo “de lo mejor del país, de lo más sano del país, de las mejores intenciones puestas en una sola dirección para cambiar la realidad y modificar algunas cosas urgentes que hay que modificar”, asegura.
Salir de la situación
Con el historial de pobreza que ostenta Haití no ha faltado quienes, ante la situación que enfrenta ese país, luego del terremoto que el azotó el pasado martes, sientan y externen sentimientos de culpa, o que digan que el país “es malvado” o que ha sido “abandonado por Dios”. Estas expresiones de dolor, según el psiquiatra Secundino Palacios, son naturales pero entiende que es el momento de hacerlos sentirse apoyados.
“Los haitianos deben sentir ahora que la comunidad internacional, que todos los seres humanos nos identificamos con ellos y con su dolor. Una botella de agua, un paquete de comida que llegue a Haití de cualquier parte del mundo tiene un valor más allá del producto en sí mismo, tiene el valor del afecto, del cariño, de la solidaridad, de la identificación con el problema, con un pueblo que está muy lastimado y que necesita un abrazo, que le reconforten, y eso lo suple la solidaridad”, dice Palacios.
Añade que a nivel psicológico el pueblo haitiano tiene gran fuerza interior y una fuerte identidad cultural. “Es pueblo que ha sabido pelear duro en su historia, en circunstancias muy difíciles y la fuerza de su identidad cultural le va a ayudar mucho acompañada de la solidaridad internacional. Haití tiene potencialidades para sobreponerse a esta situación”, concluye

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